Para los Millenials (de principios de los 80’s a mediados de los noventas, algunos los mandan tan lejos como el 2000) el recibir un salario por su trabajo no es suficiente; ellos quieren sentirse parte de algo verdaderamente importante. Hace poco en una entrevista una chica española millenial dijo que mientras sus padres (o sea nosotros) queríamos un trabajo que nos diera estabilidad, ellos quieren uno que además les guste.
Y parece ser que aquí es donde está el secreto; las empresas y el mundo están organizados de una forma jerárquica en donde unos pocos están en la punta de la pirámide, y unos muchos están en la base de la misma, esperando que los jefes digan lo que deben hacer, cómo lo deben hacer y cuándo. Y estar en esa situación no es algo que le pueda gustar a nadie.
Las nuevas generaciones, millenials y Z, están intentando inventar su futuro con un flujo más natural de las cosas, con colectivos organizados de forma autónoma para reunirse; se encuentran en plataformas tecnológicas, hacen y deshacen equipos y crean sus propios proyectos. Ellos no quieren recibir órdenes de nadie. Lo que desean es tener propósito en la vida. Un proyecto. Una meta.
Por ejemplo, si reunimos en una sala de juntas a varios ejecutivos de alto nivel con algunos millenials y preguntamos sobre cómo enfrentar el constante cambio disruptivo que afecta a todas las industrias, seguramente escucharemos de los altos ejecutivos (que o son Baby boomers o generación X) cosas como reorganización, entrenamiento acelerado, o la compra de algunos negocios pequeños para incorporar su tecnología rápidamente; y de los millenials escucharíamos cosas como abrir espacios de incubación tecnológica dentro de la compañía, y por espacios en realidad se refieren a escenarios completos, con tiempo, espacio y recursos enfocados a la creación de nuevos negocios dentro de la compañía; seguramente dirían que un programa tipo kick starter (una plataforma donde una persona o grupo de personas tiene una idea y solicita apoyo de los demás para llevarla a cabo, incluido el financiamiento), o, a lo mejor estarían proponiendo que se estableciera una especie de sistema de reclutamiento interno entre todo el personal de la empresa para aquellos proyectos que resultaran atractivos, o, mejor aún, para que generaran ellos mismos sus propios proyectos de innovación disruptiva. Todo ello sin las ataduras típicas de una organización piramidal.
Y es que es así como los emprendedores funcionan, con generación de ideas, con el reclutamiento del talento necesario que les permita sumar sus propias ideas a la original y así lograr una mezcla que pueden probar, primero con prototipos y luego en los mercados.
Los millenials son esos que siempre preguntan “¿Por qué no?“, no les gusta que les digan que algo es imposible. Y de nuevo, la innovación se construye trabajando en la frontera de los imposibles.
Otra de sus características es que son empáticos, se preocupan realmente por su entorno, tanto el social como el ambiental. Y ahí es donde tenemos las mayores necesidades, es ahí en donde están los más grandes imposibles de las generaciones anteriores; por eso no es algo extraño que las compañías que están emergiendo en innovación social o ambiental, sean mayormente compañías de millenials o construidas con millenials.
Es un error que las compañías estén buscando nuevos talentos para decirles lo que tienen que hacer, es un error doble porque, primero, el mundo está obligándolos a innovar, quieran o no; y segundo, porque las nuevas generaciones no es que tengan el chip tecnológico instalado, en realidad tienen la mentalidad de un innovador que no permite que su entorno les diga lo que tienen que hacer cuando ellos mismos tiene un sueño que hacer realidad.
Más que hacer a los millenials a la empresa, el mundo tiene que ir haciendo a las empresas más millenials, con mayor énfasis en la innovación, aún a costa del cambio organizacional que necesita. O lo hacemos nosotros ahorita, o lo harán ellos mañana.