Cuando entreno a las personas en temas de Creatividad e Innovación siempre les hago una pregunta al iniciar: ¿cuántas ideas tienen al día? Me miran como si les estuviera preguntando sobre la fórmula cuántica de la teletransportación o sobre el código de su cadena genómica; algunos otros me miran incrédulos como si les quisiera jugar una broma, pero eventualmente siempre hay alguien que se anima y me responde con un número; pareciera la respuesta correcta si no fuera porque casi siempre es un número muy pequeño, algunos dicen 20, otros 15 o 30; pero luego de empujarlos un poco más, terminamos con que durante un día la cantidad de ideas que uno puede tener son cientos y miles; una idea es una imagen que existe en nuestra mente, nos permiten asociar y generar conceptos y comprender nuestro entorno para podernos relacionar con él; una idea, de forma resumida y sin entrar en filosofía, es un pensamiento.
Así pues, todos tenemos la capacidad, y experimentamos la generación masiva de ideas durante cada uno de nuestros días, pero, ¿cuántas de ellas son en realidad ideas creativas? De todo el universo de ideas que tenemos en nuestro cerebro, ¿cuántas son originales? Ahora sí me responden un poco más rápido, “Menos” me dicen, “Muchas menos”; yo insisto, ¿cuántas? Pues no más de una decena, o a lo mejor 20 o 30 si uno es muy creativo, me proponen. Y quizás tengan razón, obviamente el número varía acorde no sólo a la creatividad de los individuos, sino también al entorno al que se enfrentan durante el día, no es lo mismo un día rutinario que uno caótico o diferente, la exigencia del primero sobre la creatividad es casi nulo, mientras que en el segundo es constante; pero para el propósito de nuestro análisis, consideremos que entre 10 y 20 ideas son creativas; y los miro contentos, se sienten bien al saber que son creativos…. hasta que viene la siguiente pregunta, ¿Cuántas de ellas nos atrevemos a probar? de esas ideas nuevas y creativas, ¿cuántas decidimos poner en práctica? De nuevo volvemos al silencio incómodo, cómo si los hubiera atrapado haciendo algo prohibido.
“Muy, muy, pero muy pocas”, me dicen, “ni tan siquiera es diario, a lo mejor un par de ellas en un mes”. Es decir, ¡de miles de ideas diarias llegamos a 2 o 3 mensuales! Es triste, pero cierto. Haré un paréntesis muy rápido para decir únicamente que en gran medida es por dos razones: la primera es el temor a fracasar, porque lo nuevo siempre conlleva un riesgo; y la segunda es porque la rutina nos subyuga, nos arrastra diariamente a la comodidad de tener resuelto el día. Bueno, les digo, pero las que no prueban, ¿las guardan en algún lado? ¿ las anotan, se las cuentan a alguien? “¡N’ombre, no hay tiempo! Se nos ocurren de volada y no siempre podemos escribirlas o guardarlas”; o sea que las desperdician, concluyo. Y sus miradas y gestos los delatan; sí, las desperdician, es así como las ideas mueren y se confinan en la maraña infinita del olvido… hasta que se le ocurren a alguien más.
Y bien, continúo, de esas dos que han puesto en práctica cada mes, ¿cuántas perfeccionan y las ponen a prueba en público? ¿Todas ellas o sólo algunas de ellas? “a lo mejor una o dos al año”, se animan a decir, una o dos al año; pues bien, eso ya es indicios de innovación, el ponerlas a prueba en público, para que otros las utilicen y nos den su opinión y retroalimentación, son los primeros pasos de la innovación; pero lo importante aquí es recordar que venimos de miles, o cientos, de ideas al día, para llegar a dos o tres ideas innovadoras al año. De esos miles, apenas unas decenas fueron creativas, originales. Y el embudo de la innovación se va haciendo más estrecho, porque, la siguiente pregunta es casi obligada, ¿de las ideas innovadoras, cuántas deciden llevar  a cabo a través del emprendimiento? “¡Uy… pues ninguna!”, llega rápida su respuesta, ¿cómo que ninguna? ¿no quieren hacer empresa de sus ideas innovadoras? ¡Claro que quieren hacerlo! Pero eso requiere no sólo tener una alta tolerancia al riesgo, sino también una disciplina férrea; emprender no es para todos, así es que de esas dos ideas innovadoras al año, quizás una o dos cada cinco o diez años se convierta en una iniciativa de emprendimiento.
La tasa de mortalidad de las ideas para llegar a este punto es extraordinariamente grande, y luego, por supuesto, está el último salto mortal, que es mucho más prolongado y de mayor dificultad, porque consiste en hacer de esa iniciativa de emprendimiento, una empresa exitosa, permanente, pero permanentemente en cambio y ascenso. El número final, por supuesto, es muy, muy, pero muy pequeño. La historia final, para aquellos que deciden construirla completa, es casi siempre una historia de éxito; tener ideas es algo que podemos hacer todos, de hecho lo hacemos todos los días, pero generar ideas creativas no es algo tan común, pero sucede siempre; probar esas ideas creativas es más raro aún; pero llevarlas a través de una aventura de innovación y emprendimiento no es cosa de todos; en cada etapa, en cada salto, el humano que está presente es de una casta diferente; ellos son los verdaderos super héroes, los verdaderos referentes que deberían de inspirar al resto a ser como ellos; después de todo, todo empieza con las ideas que tenemos durante cada día.